Por qué el hormigón es el material que deberías tener en mente si vas a construir

Cuando piensas en construir algo —ya sea una casa, un almacén o una nave industrial— seguramente te vienen a la cabeza mil dudas: el presupuesto, los permisos, los plazos… y, cómo no, qué material vas a usar. En ese momento es cuando todo el mundo empieza a darte consejos, a decirte que si la madera respira, que si el acero es más moderno, que si los ladrillos de toda la vida son lo mejor. Pero te lo digo claro: antes de decidirte, deberías mirar bien lo que ofrece el hormigón. Porque, aunque no tenga fama de bonito, es de lo más práctico, sólido y sostenible que puedes encontrar hoy en día.

No es que sea el único material que funcione, ni que sea lo mejor de lo mejor. Pero si te tomas un rato para comparar con calma lo que hay, entenderás por qué tantas construcciones importantes se siguen haciendo con hormigón, y por qué no es algo del pasado, sino una opción más actual de lo que parece.

 

Lo que aguanta el hormigón, pocos lo aguantan

Hay cosas que uno valora de verdad cuando ya ha pasado por una mala experiencia. Por ejemplo, ver cómo una casa de madera empieza a deformarse con la humedad, o cómo un tejado metálico se llena de óxido porque no se protegió bien. Con el hormigón eso no pasa. O al menos, no en las mismas condiciones.

El hormigón aguanta muchísimo. Soporta el peso como un campeón, resiste el calor, la lluvia, el frío, los cambios de temperatura y hasta los incendios. Y lo hace sin necesidad de estar encima todo el rato. No es de esos materiales que te obligan a estar dándole mantenimiento constante. Lo colocas bien, con la mezcla adecuada, y tienes para décadas.

También resiste muy bien el paso del tiempo. No se agrieta con facilidad, no se mueve con los años, y si está bien hecho desde el principio, no da sorpresas. Y si algún día necesitas reforzar una zona o hacer una ampliación, se puede cortar, adaptar o integrar con más hormigón sin problemas.

 

¿Y los otros materiales? También tienen sus cosas… y sus pegas

Está claro que no solo existe el hormigón. Pero si vas a comparar, hazlo sabiendo lo que realmente estás comparando. Porque la madera, el acero y el ladrillo también tienen su sitio, aunque no siempre son lo más recomendable para todo.

La madera, por ejemplo, se usa mucho por estética. Es cálida, agradable y muy típica en viviendas pequeñas. Pero no es lo más resistente ni lo más duradero. Si hay humedad, se hincha. Si hay termitas, estás vendido. Y si se te va la mano con el barniz para protegerla, estás contaminando más de la cuenta y gastando un dineral.

El acero tiene muy buena fama por ser moderno y fuerte. Pero no se lleva nada bien con la humedad ni con la corrosión. Hay que protegerlo y mantenerlo bien, y eso no sale barato. Además, fabricar acero es de las cosas que más energía consumen, y el impacto ecológico que deja no es poca cosa.

Y el ladrillo, aunque parezca de lo más tradicional y fiable, tampoco es perfecto. No tiene la misma capacidad estructural que el hormigón, y levantar una obra entera con ladrillo es bastante más lento y caro. Hace falta más gente, más tiempo y más ajustes.

Si lo miras con la cabeza fría, el hormigón se queda como una opción intermedia que combina resistencia, coste razonable y un impacto ambiental que, bien gestionado, no es tan alto como muchos piensan.

 

El mito del hormigón contaminante… y lo que no se suele contar

Sí, es verdad: fabricar cemento, que es parte del hormigón, requiere bastante energía. Y sí, hay emisiones en el proceso. Pero si te quedas solo con eso, te estás perdiendo una parte muy importante de la historia.

Porque el hormigón tiene muchas cosas a favor a lo largo de su vida útil. No necesita pintura especial, ni barnices, ni productos químicos de mantenimiento. Eso ya te ahorra recursos. Además, se puede reciclar. Se tritura y se reutiliza en nuevas obras, o se usa como relleno en otras construcciones.

Y aunque suene raro, el hormigón tiene una capacidad de absorber CO₂ con el tiempo, especialmente en su superficie. No va a salvar el planeta con eso, pero sí ayuda a compensar parte de lo que genera al fabricarse.

En cambio, la madera solo es ecológica si viene de bosques bien gestionados, cosa que no siempre pasa. Y el acero, aunque se pueda reciclar, necesita muchísima energía cada vez que se reutiliza. Al final, cuando comparas todo el ciclo de vida del material, el hormigón no sale tan mal parado. De hecho, en muchos casos, es la opción más equilibrada.

 

Una forma más inteligente de trabajar con hormigón

Aquí entra en juego algo que muchas veces no se tiene en cuenta: la forma en la que se fabrica y se usa el hormigón puede marcar una gran diferencia. No es lo mismo hacer la mezcla en mitad de una obra que trabajar con piezas ya fabricadas en condiciones controladas.

En este sentido, hay empresas como Eiros que llevan años dedicadas a producir elementos prefabricados de hormigón. Lo que se ha aprendido con esa experiencia es que fabricar en un entorno controlado permite optimizar todo: desde los materiales que se usan hasta la energía que se gasta.

Cuando haces prefabricados, evitas un montón de residuos. Se aprovecha mejor cada saco, cada mezcla, cada pieza. También reduces el ruido en las obras, el polvo, los errores humanos y hasta los tiempos de construcción. Y eso no es solo eficiencia: es también sostenibilidad.

Además, como ya se sabe exactamente lo que se va a montar en el lugar de la obra, no hace falta transportar toneladas de materiales por separado ni improvisar nada sobre la marcha. Se ahorra en transporte, en combustible y en emisiones.

Otra ventaja es que ya se están usando mezclas de hormigón con menos cemento, con materiales reciclados o con aditivos que mejoran su comportamiento térmico. Eso significa que los edificios hechos con este tipo de hormigón consumen menos energía en calefacción o refrigeración. O sea, más ahorro a largo plazo.

 

Una decisión que también influye en el día a día

No todo es estructura ni resistencia. También hay cosas más cotidianas que se agradecen. Por ejemplo, el hormigón es muy buen aislante acústico. Si vives en una zona con ruido, tráfico o vecinos intensos, lo vas a notar. Su densidad hace que el sonido no pase tan fácil como en una casa de madera o paredes finas de ladrillo. Incluso dentro de la misma vivienda, si haces tabiques interiores con hormigón o lo usas como base para otros acabados, el confort acústico mejora bastante. Eso se nota cuando trabajas desde casa o cuando simplemente quieres dormir sin ruidos.

Y ni hablar del fuego. El hormigón no se prende ni propaga el fuego. En caso de incendio, resiste mucho más tiempo antes de ceder. Y en estructuras grandes, eso puede salvar vidas. No lo digo en plan dramático, lo digo porque es real. Da margen de reacción, facilita el trabajo de los bomberos y reduce el riesgo de derrumbes en los primeros minutos.

También resiste bien la humedad, lo que lo hace ideal para zonas con climas complicados o para plantas bajas. No se hincha, no se pudre, no se descascarilla. Y como no necesita estar repintándolo ni sellándolo cada dos por tres, el mantenimiento es mínimo. Ahorras tiempo, dinero y también dolores de cabeza.

 

¿Es bonito? Eso depende de cómo lo uses

Una de las críticas más comunes al hormigón es que es “feo” o “gris”. Pero eso tiene mucho que ver con cómo se diseña. Hoy en día se puede combinar con madera, piedra, vidrio o revestimientos que cambian totalmente el aspecto. Puedes dejarlo visto, pulirlo, texturizarlo o cubrirlo. Lo que quieras.

Lo que importa es que lo que hay debajo funcione. Que no te dé problemas. Que aguante. Y que no te suponga un gasto continuo dentro de cinco o diez años. Porque construir barato no es solo gastar poco ahora, es no tener que gastar más después.

En viviendas, en oficinas, en talleres… el hormigón encaja si se piensa bien desde el principio. No tiene por qué ser frío, ni industrial. Puede ser moderno, cálido y hasta acogedor. Pero sobre todo, es práctico.

 

Al final, lo que cuenta es lo que dura

Si tienes claro que quieres algo que te dure toda la vida, que no se venga abajo con el tiempo ni te haga perder el sueño con cada lluvia o con cada verano, el hormigón es una apuesta segura.

No es una moda. No es una tendencia. Es un material que ha demostrado una y otra vez que funciona, que se adapta y que se puede usar de forma responsable. Y eso, en tiempos donde todo parece efímero y frágil, no es poca cosa.

Construir algo importante es una decisión de sentido común. Y aunque el hormigón no tenga fans en Instagram, lo cierto es que sigue siendo uno de los pilares de la construcción moderna. Por algo será.

Noticias relacionadas

Scroll al inicio

Nuestro newsletter

No te pierdas nada de la actualidad