En España hay más de 12.000 Start-ups activas.

Un informe elaborado por la consultoría internacional Leyton señala que en nuestro país hay más de 12.000 startups activas. Un dato histórico que pone de manifiesto el buen estado del emprendimiento empresarial. Sin embargo, todo no es tan bonito como se presenta. Nos asomamos a la realidad de este modelo de empresa que se ha puesto tan de moda.

La web del Ministerio de Economía Investin Spain afirma que España tiene un ecosistema emprendedor en plena expansión. A las más de 12.000 start-ups se le suman 400 scaleups, 18 unicornios y más de 300 incubadoras de empresas.

Para entender mejor este panorama, explicamos un poco los conceptos. Las scaleups, por ejemplo, son Startups que han superado su fase inicial y han demostrado que el proyecto es un negocio fiable. Se encuentran en un periodo de crecimiento, con un aumento anual de facturación superior al 20% durante 3 años consecutivos.

Las empresas unicornio, por otro lado, son startups que alcanzan una valoración de más de 1.000 millones de dólares sin haber cotizado en bolsa.

Un dato curioso que nos da el instituto Investin Spain es que entre el 70 y el 80% del capital levantado por las Startups en estos últimos años procede de capital extranjero. España es un buen lugar para invertir. Hay buenas ideas de negocio y grandes ventajas fiscales para el inversor extranjero.

Esto, que aparentemente es bueno, tiene su lado negativo. En el momento en el que las startups sean rentables, la mayor parte de los beneficios salen fuera de nuestras fronteras. Es decir, no repercuten en la sociedad española.

Además de este detalle, la dificultad de financiación real y la gestión adecuada de las finanzas son el principal escollo al que se enfrentan las startups en nuestro país.

Los tres destinos de una Start-up.

Las Start-ups son pequeñas empresas embrionarias que se ponen en marcha para abrir un nuevo nicho de mercado o para probar una idea rompedora o disruptiva. Las solemos asociar con el ámbito tecnológico, pero no tiene por qué ser así. La cadena de cafeterías Starbucks comenzó siendo una start-up.

Por lo general, una startup tiene una vida de entre 3 y 5 años. Pasado ese tiempo, la startup solo tiene tres posibilidades: O desaparecer, o ser absorbida por una empresa mayor, o consolidarse como empresa.

La mayor parte de las startups perecen por el camino. Desaparecen entre el segundo y quinto año de vida. Muchas veces no es porque la idea de negocio no sea buena, sino porque no superan los problemas de financiación o de gestión hasta que el negocio cuaje o sea escalable.

Si la empresa supera los 5 años de vida y es rentable, es posible que una empresa más grande, por lo general una multinacional líder del sector, pase a absorberla. En Estados Unidos, la cuna de este modelo de negocio, hay emprendedores e inversores especialistas en crear startups que cuando el proyecto está maduro, venden la empresa.

Solo una pequeña parte, menos de un 10% logran sobrevivir y constituirse como empresa independiente. Por lo general, para que esto suceda, se requiere una inversión de capital considerable para conseguir que lo que era un proyecto experimental pase a producir a gran escala.

A las grandes empresas les interesan las startups. Abren nuevas actividades y nichos que en el momento de ponerlas en marcha no está claro que vayan a fraguar. Son las que asumen el trabajo más costoso.

De esta manera, las empresas grandes que controlan un sector no asumen los riesgos, y los dejan en mano de los emprendedores que tienen fe ciega en su proyecto.

Grandes empresas que fueron Startups.

El mito de las Startups se cimienta en la trayectoria de grandes empresas que comenzaron siendo un proyecto embrionario. Una idea romántica que atrae a muchos emprendedores. Es esa imagen del friki informático que empieza trabajando en el garaje de su casa y con el tiempo termina haciéndose inmensamente rico.

Esto es verdad, no es una invención. Grandes empresas tecnológicas como Apple, Microsoft y Google empezaron siendo una Startup.

Otros gigantes del comercio electrónico pasaron por esta fase. Quizás el caso más conocido sea el de Amazon. El empresario de origen cubano Jeff Bezos comenzó vendiendo libros por internet. Era 1994, la red estaba prácticamente en pañales y se utilizaba, principalmente, para compartir información.

Fue en ese momento cuando Bezos intuyó el potencial comercial de internet. Cuando nadie lo utilizaba para vender, él la empleó para distribuir libros por catálogo. Su catálogo era digital, una página web, equipada con una pasarela de pago desde la que se podía hacer compras al momento. Con el tiempo, Amazon, su proyecto, se fue diversificando hacia otro tipo de productos, hasta convertirse en el marketplace gigantesco que es hoy.

Otro ejemplo de startups exitoso es Airbnb. La plataforma de alquileres turísticos más potente del mundo, la cual nace de una necesidad. La de pagar el alquiler de sus fundadores.

Brian Chesky, Joe Gebbia y Nathan Blecharczyk eran tres diseñadores que vivían de alquiler en San Francisco. Debido a la precariedad de sus trabajos, llegó un momento en que no podían pagar el alquiler. En ese momento, aprovechando que había un congreso de diseñadores en la ciudad, Nathan abandonó su habitación y la alquiló durante el tiempo que duró el evento. Visto que la idea funcionaba, decidieron extenderla, primero por San Francisco y después por toda California.

Lo que pocas veces olvidamos es que cuando una de estas startups tenía que dar el salto para escalar, necesitaba una financiación externa, algo que hacía que los fundadores perdieran el control sobre la empresa, como le sucedió a Steve Jobs con Apple en 1984.

La financiación es el principal problema.

Infobae señala que la mitad de los emprendedores abandona su startup por falta de financiación y por excesiva burocracia.

Marc Ollé y Francesc Salas, fundadores de la startup española Enlace, declaran que “el verdadero cuello de botella para que triunfe un proyecto en nuestro país no es la falta de ideas, sino la falta de estructura para llevarlas a cabo”. Las administraciones públicas, principalmente las comunidades autónomas y algunos ayuntamientos, presumen que tienen en marcha programas de ayuda para el emprendimiento. La realidad es que no son lo efectivos que debieran.

Marc Ollé dice que “la hiperregulación y la lentitud impiden que muchas veces las startups progresen”.

Las startups surgen por el empeño de sus fundadores. Normalmente, invierten sus ahorros o piden un préstamo personal al banco para inaugurar la empresa. La familia y los amigos suelen ser los primeros inversores.

Muy pocos negocios dan beneficio desde el principio. Y mucho menos si estás lanzando al mercado un producto novedoso. En una segunda etapa, si el producto se ha puesto en funcionamiento y tiene una respuesta favorable, necesitas invertir para aumentar la producción, pero con frecuencia se carece de recursos para hacerlo.

La incapacidad para acceder a una financiación efectiva puede retrasar las acciones de crecimiento, e incluso, comprometer la supervivencia de la empresa. Por falta de inversión, todo lo avanzado se puede perder en un abrir y cerrar de ojos.

El gobierno habla de la inversión extranjera en las startups españolas, pero Ollé y Salas se quejan de que no existen mecanismos ágiles para conectar a emprendedores con inversores, al menos desde las vías oficiales.

El control de las finanzas es poder.

Otros economistas sitúan la mala gestión como el problema principal para que las start ups sobrevivan y se desarrollen. Un estudio elaborado por Bigban Research señala que el 69% de los negocios emergentes agotan el capital inicial antes de que la empresa comience a dar resultados.

En torno a un 92% de los fundadores de startups carecen de experiencia empresarial. Tienen buenas ideas y es probable que sean buenos profesionales en su sector, pero carecen de conocimientos sobre la gestión de una empresa, lo que les lleva, con frecuencia, a tomar decisiones desafortunadas.

El control de las finanzas es un asunto básico a la hora de dirigir cualquier empresa. Incluida una Startup. Los consultores de Buddy, una consultora financiera española que trabaja con Start-ups, señala que el conocimiento de los datos financieros es fundamental para tomar decisiones.

Muchas veces los emprendedores tienen un conocimiento parcial de los datos financieros de la empresa. Lo que dificulta una toma de decisiones informada. Con frecuencia se tiende a confundir los deseos con la realidad. El emprendedor está tan metido en su proyecto y tiene una fe tan fuerte en la idea, que es incapaz de ver la realidad y, por tanto, no puede transformarla.

Aunque trabajemos en una incubadora de empresas; es decir, un ambiente controlado y protegido, las startups tiene una serie de gastos continuos: sueldos, suministros energéticos, marketing para dar a conocer la idea. Gastos que si no se controlan terminan comiéndose a la empresa.

Mala gestión y falta de financiación, son una pescadilla que se muerde la cola. Según el economista Pedro Gómez, “el capital es siempre limitado, y si no se gestiona bien, la empresa pierde credibilidad, lo que dificulta atraer a los inversores.”

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