Muchas parejas acuden a una terapia psicológica específica para salvar su relación. Que los dos asistan ya indica que hay una voluntad por arreglar las cosas. Te hablamos de este tipo de terapias partiendo de un hecho real.
Marta y Fito, dos amigos míos, llevaban 10 años de matrimonio y 15 de pareja cuando la situación entre ambos se volvió insostenible. Tenían dos hijos en común y vivían en una ciudad lejos de la familia.
Llegó un momento en que las discusiones se convirtieron en el pan de cada día. A veces a gritos. Discutían por cualquier tontería. Por quién había cogido el encendedor. Como si lo hubiera hecho a mala fe, para fastidiar al otro.
Cuando los niños cogían las vacaciones, convivían casi un mes, solos. Llevaban a sus hijos una temporada con los abuelos. Ese mes, aunque se fueran a tomar una cerveza al bar de abajo, no sabían de qué hablar. Sin los niños de por medio habían perdido toda conexión entre ellos.
Hacía años que no hacían actividades en familia, ni en pareja. Los dos se organizaban el tiempo para no dejar a los niños desatendidos. En el fondo, subsistían reproches y recelos. El tiempo en que él le ayudó financieramente a que ella terminara la carrera o el momento en que ella dejó a su familia para trasladarse a una ciudad que no conocía para estar junto a él.
Cuando la situación se volvió tan crítica que hasta la niña mayor estaba preocupada por la tensión que se respiraba en casa, Marta propuso a Fito que fueran a visitar a un psicólogo. Fito en un principio se mostraba reticente. Decía que los problemas se resolvían en casa. Que aquello era airear los trapos sucios.
Después de hablar conmigo y con más amigos, Fito accedió a someterse a la terapia. No tenía nada que perder. Sinceramente, no sé qué pasó en aquellas sesiones. Nunca se lo he preguntado. Lo que sí veo es que ahora Marta y Fito están cómodos cuando están juntos. Se hacen bromas de complicidad, sin mala intención. Hasta se les ve dándose besos en público como hacía años que no sucedía.
Los problemas de pareja.
Vivir en pareja es bonito, pero no es sencillo. Cada uno de los miembros es de su padre y su madre. Son diferentes, Eso, en un principio no es malo, pero puede dificultar la convivencia. La revista digital Psicología y Mente señala que estos son los problemas más habituales en las relaciones de pareja:
- Falta de comunicación. Este es el problema de fondo. Con frecuencia no hablamos con la otra persona, las cosas que no nos gusta que hace por miedo a abrir una discusión. No compartimos cómo nos sentimos y lo que nos preocupa, por no importunar al otro. En los hechos, eso crea un distanciamiento que cada vez se va haciendo mayor en la pareja.
- Problemas de convivencia. Es diferente ser novios y quedar para cenar o salir de fiesta que vivir bajo el mismo techo. En ocasiones tendemos a idealizar la vida en pareja. A crearnos falsas expectativas. Cuando dos personas se van a vivir juntos, tienen hábitos de vida, costumbres y planteamiento diferentes. Es importante aprender a adaptarse el uno al otro y organizarse entre ambos.
- La infidelidad. Varias encuestas señalan que un 60% de los hombres y un 45% de las mujeres afirman haber sido infieles a sus parejas alguna vez en su vida. Superar una infidelidad cuando la otra parte lo conoce es complicado. Genera una sensación de desconfianza y de sentirse traicionado por quien lo sufre que es difícil de superar. De todos modos, por mi experiencia, puedo afirmar que en la mayoría de las ocasiones, cuando se produce una infidelidad, es porque hay otro problema más grave de fondo.
- Problemas sexuales. Una relación de pareja no es solo sexo. Hay mucho más, pero cuando el sexo falla, comienza a hacer mella entre los dos. Este es un asunto que se debe hablar. Hay que intentar mantener viva la llama de la pasión y que el sexo sea satisfactorio para ambos.
- La monotonía. Una relación hay que alimentarla día a día. Es erróneo pensar que porque ya están juntos, ya está todo hecho. Eso es un grave error. Hay que realizar actividades en común. Sorprender al otro. Evitar que los días y las semanas se repitan en bucle.
En qué consiste una terapia de pareja.
Cuando la relación está en declive y los dos no saben o no pueden resolverlo, acudir a una terapia de pareja es una buena alternativa.
Los psicólogos de Canvis, un gabinete psicológico de larga trayectoria en Barcelona, ubicado en el Eixample y que trabaja con otros profesionales como trabajadores sociales y enfermeras, indican que la terapia de pareja es una intervención terapéutica en la que un psicólogo especializado aborda los conflictos y trabaja por mejorar la relación de la pareja.
En la terapia se explora la raíz de los conflictos y se buscan alternativas para superarlos. Una vez detectados los problemas en profundidad, se descubren herramientas y estrategias para afrontarlos y ayudar a que la pareja resuelva sus diferencias.
La terapia de pareja requiere un trabajo práctico en casa. No basta con acudir a las sesiones y expresar la opinión de cada uno. En la terapia se establecen pautas de común acuerdo, que se han de llevar a cabo en un ambiente natural, fuera de la consulta del psicólogo. Al mismo tiempo, se proponen ejercicios para fomentar habilidades como la empatía, el entendimiento y la diversión entre ambos.
Para que una terapia de pareja funcione, ambos deben estar de acuerdo en acudir, participar activamente en las sesiones y realizar las tareas propuestas.
Resolver los problemas de pareja es un proceso. Si están enquistados, como sucede la mayoría de las veces, ya que las parejas acuden al psicólogo cuando ya no saben cómo arreglarlo, es necesario llevar un seguimiento de cómo va evolucionando la terapia. Y con frecuencia, hacer ajustes hasta lograr que el cambio se consolide.
Los beneficios de la terapia.
Como es lógico, acudir a una terapia reporta grandes beneficios para una pareja que está pasando por un mal momento. Estos son algunos de los más destacados:
- Mejora la comunicación. En las sesiones se aprenden herramientas para expresar sentimientos, necesidades y desacuerdos de una forma clara y respetuosa, evitando malentendidos y discusiones improductivas.
- Resolución constructiva de conflictos. El terapeuta ayuda a identificar las causas reales de los problemas y a encontrar soluciones equilibradas en lugar de mantener patrones de discusión repetitivos.
- Fortalecimiento del vínculo afectivo. Potenciar la empatía mutua favorece el acercamiento y el restablecimiento de la confianza.
- Gestión de emociones y expectativas. Cada miembro aprende a manejar sus emociones y a comprender mejor las del otro.
- Prevención de rupturas impulsivas. La terapia ofrece un espacio para reflexionar y tomar decisiones de forma meditada y consciente, evitando las acciones precipitadas.
- Reparto de responsabilidades. La terapia puede ser un buen escenario para replantarse los roles en la pareja (economía, tareas domésticas, cuidado de los niños) y fijarlas de una forma más equitativa.
- Bienestar individual Trabajar en la relación también ayuda a mejorar la autoestima, enseña a conocerse a uno mismo y hace que se sienta mejor, como individuo.
- Apoyo profesional neutral. A menudo, ver los problemas desde fuera permite adoptar un enfoque más imparcial. Contribuyendo a buscar soluciones que no estén contaminadas por juicios y resquemores.
¿Qué pasa si nuestro compañero no quiere acudir?
Un artículo publicado en La Vanguardia que aborda el tema de las terapias de pareja se plantea el problema que surge cuando uno de los dos miembros no quiere acudir a una terapia. Una situación que se puede dar en la práctica.
La psicóloga Ángeles Sanz opina que es una reacción hasta cierto punto normal. “En una pareja conviven diferentes pareceres y puede ser que uno de los implicados piense que la psicología no es para resolver este tipo de problemas. Porque piensan que son asuntos íntimos o porque creen que si no lo resuelven ellos nadie lo va a solucionar.”
Lo que está claro es que sí, los dos no ponen de su parte, una terapia no va a resolver sus conflictos. Sucede, también, que uno de los dos miembros empieza acudiendo a las sesiones con cierta incredulidad y que a medida que el proceso avanza se van involucrando más.
Si hay resistencia por una de las dos partes, es bueno hablarlo. Se le puede invitar, por ejemplo, a una sesión explicativa para aclarar expectativas y para informarle sobre cómo va a funcionar la dinámica de la terapia. Después de todo, él o ella acuden al psicólogo para recibir información.
Otra opción es hablar con amigos o conocidos que hayan acudido a una terapia de este tipo. Su testimonio ayuda a tomar una decisión más consciente.
En estos casos es importante desprenderse de ideas preconcebidas. Acudir a un psicólogo no implica que la persona tenga problemas mentales.








