Es curioso que ahora, cuando supuestamente estamos tan avanzados con respecto a nuestros abuelos, estemos volviendo a hacer las cosas como ellos las hacían con el fin de proteger nuestro ecosistema. Tal vez hayamos avanzado mucho, pero no en la dirección correcta. Los avances tecnológicos son fantásticos, los nuevos productos, las nuevas comodidades, todo es factible en este siglo, pero está claro que debíamos haber puesto límites hace mucho tiempo, sobre todo en lo que a producción y materiales se refiere.
Ahora, a muchos, nos parece mejor coger la bicicleta que el coche para ir al trabajo, nos parece mejor veranear en casas rurales que en resorts de lujo y nos parece mejor comer el producto natural de la tierra, sin procesados, como hacían ellos antes. Curioso ¿verdad? Igual, como ya he dicho, deberíamos retroceder un poco para coger una bifurcación que nos lleve a avanzar en la dirección correcta tanto para nosotros, como para todo el planeta.
Y el caso es que, lo que me da más miedo, es que aunque la sociedad, en general, empieza a estar más concienciada con este tema, seguimos yendo por modas. Ahora el peligro de los plásticos es algo que todo el mundo tiene en la boca, incluso la canción que representará este año a España en Eurojunior, llamada “Marte” e interpretada por Melani (de “La voz kids”), habla sobre los plásticos en el mar y en cómo debemos ayudarle para que todas las especies del océano sobrevivan.
La canción es preciosa, y con la voz de Melani se te ponen los pelos de punta. El mensaje, además, tiene mucha fuerza, y ojalá calase hondo en todos los niños del planeta, pero dejando a un lado todo esto debemos recordar, y grabárnoslo a fuego, que los plásticos no son el único problema, también lo es toda la contaminación que emitimos día a tras día.
¿Qué podemos hacer en casa?
Pues, para empezar, optar por comprar productos que nos faciliten la vida y, al tiempo, sean respetuosos con nuestro planeta. ¿Por qué digo esto? Pues simplemente porque creo que las nuevas tecnologías, los avances y el hecho de estar en pleno siglo XXI no tiene por qué ser negativo. Hay quien aboga por crear en casa nuestros propios jabones naturales para limpiar la ropa y la vivienda sin contaminar, y a mí me parece estupendo si tienes tiempo para ello, pero tampoco tiene nada de malo el hecho de subirse al tren de la comodidad de este siglo siempre y cuando sepamos lo que compramos, y, en este caso, empresas como Stocknet del Vallés o Ecokimia, entre otras empresas, nos dan la posibilidad de adquirir productos de limpieza ecológicos.
Del mismo modo, no veo motivo alguno a tener que renunciar a la comodidad que nos aporta comprar ciertos productos procesados (que no ultraprocesados). Pensemos en el tomate natural, un producto perfecto para consumir en casa pero que, a veces, puede ser complicado de preparar pues se necesita bastante tiempo para crear, por ejemplo, una salsa de tomate frito. ¿Por qué no comprar un producto procesado saludable y ganar algo de tiempo en la cocina? Hay cientos de empresas que venden tomate frito sin químicos, ni conservantes no naturales, ni acidulzantes, ni azúcar de más. Lo que no podemos hacer, o no debemos, es comprar un tomate frito ultraprocesado que tiene más ingredientes en la etiqueta que una bomba nuclear.
Por ejemplo, el tomate frito Hida tiene, en sus ingredientes, tomate, aceite de oliva virgen extra, azúcar y sal. Nada más. ¿Pero qué puede llegar a tener la etiqueta de una marca que no está concienciada aún? Pues os leo una sin decir la marca para no influenciar: tomate, concentrado de tomate, aceite de girasol, azúcar, almidón modificado de maíz, sal, cebolla, ajo, pimienta blanca, aromas naturales y conservador (E-202). ¿De verdad es necesario todo eso? Yo no lo creo. Llegados a este punto yo aplicaría la “norma” del gran gurú del movimiento “real food” en España, Carlos Ríos, quien dice que si la etiqueta tiene más de 5 ingredientes es mejor desechar ese producto.
Del mismo modo, no veo problema alguno en que la sociedad evolucione, mejore en todos los sentidos, pero aplicando la misma regla que con el tomate frito: respetemos el medioambiente y hagamos todo lo más natural posible.
En definitiva, ser ecológico, reciclar, comer de forma sana, ser consciente y consecuente (que no es lo mismo), respetar nuestro ecosistema y abogar por aplicar una normativa que frene el cambio climático lo antes posible no tiene por qué chocar con la evolución, la mejora de la calidad de vida, la comodidad que nos aportan los avances tecnológicos y la evolución de nuestra sociedad.