Por diversos factores, en la sociedad española del siglo XXI ha crecido el número de divorcios y de separaciones de parejas de hecho. Discusiones, desacuerdos o la simple incompatibilidad de horarios hacen imposible la convivencia y es por ello por lo que, al menos las parejas que están casadas, deben buscarle un fin a la situación. Y cuanto antes, mejor para todos aquellos que les rodean.
Durante la crisis, descendió el número de divorcios pero no porque hubiera menos parejas interesadas en afrontarlo, sino porque no se disponía de un poder adquisitivo acorde para llevar a cabo nuestras pretensiones. Una situación muy difícil de gestionar tanto desde el punto de vista psicológico como, en ocasiones (por fortuna, no siempre) del económico.
Corría el mes de marzo del año 2014 cuando mis padres tuvieron una fuerte discusión. Por aquel entonces mi madre trabajaba en una residencia de ancianos formando parte del personal interno y apenas venía por casa. Por otra parte, mi padre se encontraba moralmente abatido debido a que no tenía trabajo desde hacía ya más de dos años. La situación de ambos desencadenó esa gran discusión de la que hablaba, que fue, a su vez, el principal motivo de que su relación comenzara a deteriorarse por completo.
Después de unos meses en los que ninguno sabíamos cómo iba a terminar todo aquello, ambos me comunicaron la intención de divorciarse. Esto nos sentó como un jarro de agua fría tanto a mi hermano como a mí, especialmente al primero debido a que acababa de ser padre y aquella situación haría imposible la existencia de una foto de su hijo con el resto de nuestra familia. Sin embargo, ambos fuimos poco a poco recuperándonos y admitiendo que la situación era insalvable.
Pasaban los meses y la situación en casa iba a peor. Ninguno de mis padres podía verse la cara y eso a los demás nos hería demasiado. Les pregunté a mis padres por qué no se había oficializado el divorcio y me contestaron diciendo que preferían esperar hasta ahorrar algo más de dinero. El precio del servicio de los abogados que conocían era demasiado alto y para ambos resultaba inviable gastarse semejante cantidad de dinero. Preferían soportar la situación en la vivienda.
Ferrer Navarro Abogado, la solución
No obstante, ambos continuaban buscando a través de Internet gabinetes de abogados con precios más asequibles para cerrar cuanto antes aquella etapa de su vida. Las pesquisas iban a dar fruto cuando mi madre localizó la página web de Ferrer Navarro, un abogado especialista en temas de divorcios y separaciones. Aquel gabinete parecía ser el ideal para arreglar los papeles y comenzar así una nueva vida.
Mi padre estuvo de acuerdo en contactar con el responsable de aquella entidad y, al poco de hacerlo, tanto él como mi madre tuvieron una primera cita con él. El abogado les comentó que los trámites legales que implicaban su divorcio se llevarían a cabo con la mayor celeridad posible, algo que cumplió a rajatabla ya que, tan solo unas cuantas semanas después, entraba en vigor su separación.
No sería cierto decir que para mi hermano o para mí fue fácil adaptarnos a la nueva situación. También nuestra vida acababa de cambiar por completo y, aunque ambos éramos mayores de edad y prácticamente independientes, moralmente nos afectó la decisión. No obstante, nos alegramos (tal y como lo hacen nuestros padres) de haber dado con Ferrer Navarro. De no habernos beneficiado de sus precios, probablemente hubiese sido muy complicado que mis padres decidieran dar el paso hacia delante y divorciarse de una vez por todas, algo que hacia el final del proceso resultaba una auténtica necesidad debido al ambiente que día a día se tenía que soportar en el domicilio familiar.
Ha pasado algún tiempo desde que todo terminó y por suerte las aguas han vuelto a su cauce. Veo a mis padres muy contentos y, lo más importante, con ganas de afrontar esa nueva vida de la que disfrutan en la actualidad. Y es que, sin lugar a dudas, un divorcio puede ser la solución a todos los problemas que nos atormentan.